jueves, agosto 07, 2008

304

Cuando conocí a Julián éste tenía ocho años. Yo asistía dos veces por semana como voluntario a un hospital infantil en Barcelona. Durante dos horas me hacía cargo de algunos niños para proporcionar un mínimo descanso a sus padres. Fueron dos años de compartir penas, muchas, y alguna alegría, con gentes a las que la enfermedad de un hijo había distorsionado la vida.
Un día, el jefe de voluntarios me indicó que debía pasar la tarde con un niño que lo único que tenía era una obsesión, repetía sin cesar el número 304. Creí que era una buena idea salir del hospital y llevarlo a dar una vuelta por un parque cercano. Los padres, consultado el médico, no pusieron inconveniente.

-Que tal Julián, que te parece la idea de pasar la tarde fuera del hospital?
-304

Después de su primera respuesta y una vez superado el desconcierto inicial, intenté por distintos caminos arrancar alguna palabra de aquel niño que era capaz de iniciar cualquier conversación, y detener repentinamente su discurso para pronunciar aquel enigmático número.
En las dos horas que pasé junto a él tan solo hubo un tema en el cual permaneció ilusionado y olvidando su obsesión.

-Te gusta el fútbol?
-Si, soy del Barça.
-Yo también y si te apetece ten vengo a buscar un día y nos vamos a ver un partido.
-De verdad? , me lo prometes? Volvamos al hospital que se lo tengo que explicar a mis padres.

Al cabo de dos días regresé al hospital y lo primero que hice fue intentar concretar una fecha para poder cumplir mi promesa, pero en dirección me informaron que el día anterior los padres de Julián habían decidido llevarse a su hijo y que tenían prohibido facilitar la información de su lugar de residencia.

Aquel fue el último día que asistí a mi encuentro con los niños de aquel hospital, han pasado treinta años, nunca volví a saber de Julián y desde entonces no ha pasado un día sin que en mi mente se refleje su obsesión. 304. 304. 304.