martes, enero 29, 2008

En el valle de Elah con Vila-Matas


Goliat bajaba cada día al Valle de Elah, pero siempre regresaba sin haber encontrado un oponente dispuesto a luchar contra él. Todos temían al gigante. Hasta que David, con su honda, bajó al valle y esperó. Al verlo, Goliat también decidió bajar. Mientras, David seguía esperando. El final todos lo conocéis.

En este mundo que nos ha tocado vivir, la espera se ha convertido en algo trivial. Esperamos, sin conciencia, que llegue el tren que nos ha de llevar hasta nuestro trabajo. Que ninguna de las mil máquinas de las que nuestra comodidad doméstica depende se estropee. Que el amor no nos abandone. Esperamos y en ello se nos pasa la vida, sin conciencia.
Ayer, para desmentir mi idea de la banalidad de la espera, Enrique me dijo:” La espera es la condición primera del ser humano, es afirmación de la vida y del presente. La espera es superior a la esperanza.” Y yo, como siempre que hablo con Enrique, no supe qué decir. Necesité el paso de las horas para ser capaz de entender el alcance de sus palabras. Entonces, David volvió ha hacerse presente. Y admití que la grandeza de su acto se encuentra en haber intuido el verdadero valor de la espera.

La guerra de Irak se había convertido para mi en una cifra. Esa que cada día en el periódico me indicaba cuantas personas habian muerto el día anterior. 15, 26 o 32 eran dígitos que pasaban desapercibidos, y tan solo cuando alguien en la redacción del periódico decidía que el número de muertos era tan brutal que debía figurar en la portada del mismo, solo entonces, era consciente que mi mente había banalizado el mal.

Dice Enrique, que dijo Pessoa: “viajar es perder países”. No he viajado nunca a Irak, pero leer es otra forma de viajar y yo había perdido a Irak a través de mis lecturas.
Hasta ayer. La película de Paul Haggis, “En el valle de Elah”, ha reducido el número de víctimas de la guerra de Irak a una sola. Al centrar su historia en un caso concreto somos capaces de entender con más facilidad cuanto dolor rodea cada una de las muertes que conforman esas cifras, que ya han dejado de serlo.

Y qué nos queda? Nos queda la espera. La espera de la llegada de un nuevo David a nuestro particular Valle de Elah en pleno siglo XXI. Y como no está en nuestras manos evitar que sea norteamericano, os digo la verdad, a mi no me importan ni el color de su piel, ni su sexo. No se que pensará Enrique.



PS. Dedico este escrito a Enrique Vila-Matas por su conferéncia del dia 28 en el CCCB y por su dedicatoria.

viernes, enero 04, 2008

Emponzoñados

Porqué nos aferramos al recuerdo.

Porqué insistimos en amar el pasado.

River of sorrow canta Antony.

Estrábicos, con un ojo ayer

y otro pasado mañana,

tan solo mantenemos

el tercer ojo en el presente.

Y así nos va.