En un mar sin fondo recibía mi imagen distorsionada
sin mirarme.
Perdí de vista el horizonte dañino y sin consuelo
vertí mi ahogo en tu rostro.
Instalado al humedo calor, desapareció el sufrimiento.
Y al susurro de amables sonidos
que mecian lánguidos pensamientos
dejé al pairo mi vida,
esperando.
Que la vida iba en serio,
decía el poeta,
uno lo empieza a comprender más tarde.
Iniciado el descenso, pergeñando un deseo
o mil, ahora no me acuerdo
caí en la cuenta que tu mundo desaparecía
que su líquida consistencia
convertia en triste pecio
aquello que de mi quedaba.
sin mirarme.
Perdí de vista el horizonte dañino y sin consuelo
vertí mi ahogo en tu rostro.
Instalado al humedo calor, desapareció el sufrimiento.
Y al susurro de amables sonidos
que mecian lánguidos pensamientos
dejé al pairo mi vida,
esperando.
Que la vida iba en serio,
decía el poeta,
uno lo empieza a comprender más tarde.
Iniciado el descenso, pergeñando un deseo
o mil, ahora no me acuerdo
caí en la cuenta que tu mundo desaparecía
que su líquida consistencia
convertia en triste pecio
aquello que de mi quedaba.